domingo, 9 de mayo de 2010

Habitación 143 SANTA FE

En las paredes de esa habitación han quedado impregnados miedos antiguos y han surgido nuevos. Nuestra vida se basa en girar pomos, unas veces para cerrar puertas y otras para abrirlas. Aunque siempre hay que dejar una copia de las llaves que puedan abrir nuestros cerrojos más intimos y que ese acto sea con la persona adecuada.

El dolor y la sensación de no poder mandar en la vida, o en la muerte, al igual que esa partido de ajedrez que tan bien planeo Ingmar Bergman en "El séptimo sello", ha dado paso a una frustración llena de adaptación y aceptación (que remedio...).
Quizás nuestro mayor poder es la adaptación y el aceptar cada hecho que nos acontezca con la serenidad del no rebelarse. Esa experiencia tiene un nombre "la inclusión", es decir, la incorporación de experiencias que están más allá de tu control y del entorno conocido, y enriquecerse con estas nuevas experiencias.

Cuando lo más inquietante que te puede pasar en un día, es la incógnita de saber que menú comerás hoy en este nuevo hotel algo austero. Siempre una sonrisa de alguien que quieres, o ni tan siquera conoces, puede hacer que ese día sea un poco más especial.

Gracias a esas enfermeras, a esos camilleros e incluso a esa doctora que me despertaba cada mañana a las siete y media de la mañana para saber de mi, gracias por toda vuestra amabilidad.

Cuadro "El grito" de Munch

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